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My artistic practice lies at the intersection of forms, geometry, space, and our connection to them. I explore how our perception of the environment transforms through personal experience, with an interest rooted in my fascination with the nature of the universe and the human condition: a constant dialogue between the concrete and the abstract.

Through my work, I use geometric patterns, fractals, and structures inspired by origami, the Fibonacci sequence, and tessellations. These elements not only allow me to understand the world but also connect me with an intrinsic order present in nature: from the branching patterns of a tree to the perfect spirals of a seashell. In them, I find a universal harmony that allows me to transform the abstract into something tangible, creating a bridge that invites the viewer to directly and personally experience this connection.

At the beginning of my practice, I worked with monumental scales that fostered intense physical interaction. I used industrial materials such as stainless steel and corroded steel, constructing structures based on polyhedra such as the cube and icosahedron. These works explored the tension between permanence and decay, evoking what Tarkovsky describes as the struggle between "the matter destined for decay" and "the incorruptible spirit." Light and shadow, planes and edges combined to create a dialogue between form, support, and scale, inviting the viewer to reflect on the body, space, and the inherent fragility of the tangible.

In recent years, my practice has shifted toward ceramics, a medium that allows me to delve deeper into the relationship between geometry and nature, but also explore the connections between the human and the geological. Clay, with its direct connection to the landscape, serves as a bridge between the ancestral and the contemporary. This material, shaped by human hands since time immemorial, has served as a universal cultural link, a shared language between communities separated by geography but united by the same essential needs and uncertainties.

Ceramics has led me to a more intimate and reflective practice, marking a shift not only in material but also in the physical scale and nature of the interaction. While monumental pieces could make the viewer feel insignificant, ceramics invites a closer, even personal, contact. In this new approach, the ceramic material, with its inherent capacity for transformation, is in tension with the geometric patterns I use, creating a space where the organic and the structural converge. The textures that emerge evoke eroded landscapes, traces of time that suggest both a distant past and an uncertain future. This dialogue between matter and time, between the permanent and the ephemeral, transforms the tangible into the symbolic. In this encounter, my work invites the viewer to reflect on life, existence, and the duality between certainty and uncertainty.

Since 2012, my participation in artistic residencies has been essential to expanding my practice. These experiences have allowed me to redefine my perspective and deepen my relationship with the world, providing a space where my interests continuously converge and evolve.

Mi práctica artística se sitúa en la intersección entre las formas, la geometría, el espacio y nuestra conexión con ellos. Exploro cómo la percepción del entorno se transforma a través de la experiencia personal, con un interés que surge de mi fascinación por la naturaleza del universo y la condición humana: un diálogo constante entre lo concreto y lo abstracto.

A través de mi obra, recurro a patrones geométricos, fractales y estructuras inspiradas en el origami, la sucesión de Fibonacci y los teselados. Estos elementos no solo me permiten comprender el mundo, sino también conectarme con un orden intrínseco que está presente en la naturaleza: desde el trazado de las ramas en un árbol hasta las espirales perfectas de una concha marina. En ellos encuentro una armonía universal que me permite transformar lo abstracto en algo tangible, creando un puente que invita al espectador a experimentar esta conexión de manera directa y personal.

En los inicios de mi práctica, trabajé con escalas monumentales que fomentaban una interacción física intensa. Utilicé materiales industriales como acero inoxidable y acero corroído, construyendo estructuras basadas en poliedros como el cubo y el icosaedro. Estas obras exploraban la tensión entre permanencia y decadencia, evocando lo que Tarkovsky describe como la lucha entre “la materia destinada a la decrepitud” y “el espíritu incorruptible”. La luz y la sombra, los planos y las aristas se combinaban para crear un diálogo entre forma, soporte y escala, que invitaba al espectador a reflexionar sobre el cuerpo, el espacio y la fragilidad inherente de lo tangible.

En los últimos años, mi práctica ha transitado hacia la cerámica, un medio que me permite profundizar en la relación entre la geometría y la naturaleza, pero también explorar los vínculos entre lo humano y lo geológico. La arcilla, con su conexión directa al paisaje, actúa como un puente entre lo ancestral y lo contemporáneo. Este material, moldeado por las manos humanas desde tiempos inmemoriales, ha servido como un vínculo cultural universal, un lenguaje compartido entre comunidades separadas por geografías, pero unidas por las mismas necesidades e incertidumbres esenciales.

La cerámica me ha llevado hacia una práctica más íntima y reflexiva, marcando un cambio no solo en el material, sino también en la escala física y la naturaleza de la interacción. Mientras que las piezas monumentales podían hacer que el espectador se sintiera insignificante, la cerámica invita a un contacto más cercano, incluso personal. En este nuevo enfoque, la cerámica, con su inherente capacidad de transformación, se encuentra en tensión con los patrones geométricos que empleo, creando un espacio donde lo orgánico y lo estructural convergen. Las texturas que emergen evocan paisajes erosionados, huellas del tiempo que sugieren tanto un pasado remoto como un futuro incierto. Este diálogo entre la materia y el tiempo, entre lo permanente y lo efímero, transforma lo tangible en lo simbólico. En ese encuentro, mi obra invita al espectador a reflexionar sobre la vida, la existencia y la dualidad entre certeza e incertidumbre.

Desde 2012, mi participación en residencias artísticas ha sido fundamental para expandir mi práctica. Estas experiencias me han permitido redefinir mi perspectiva y profundizar en mi relación con el mundo, ofreciendo un espacio donde mis intereses convergen y evolucionan constantemente.

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© 2015  by Iliana Scheggia. 
 

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